Mujeres andinas que luchan por mantener a flote a sus familias en Colombia

El retroceso de 27 años en pobreza extrema para Latinoamérica y el Caribe, con motivo de la pandemia por COVID-19, tuvo efectos en la vida real de las personas más vulnerables del continente y de Colombia.

Ese impacto devastador se reflejó en el incremento de la pobreza y el desempleo exacerbados en las mujeres. De acuerdo con el Departamento Nacional de Estadística de Colombia (DANE) mientras el 40,1% de los hombres vive en situación de pobreza, para las mujeres el mismo índice sube a 46,7%.

No tuvimos acceso a empleo, las que realizamos trabajo doméstico en otras casas, no pudimos seguir haciéndolo

Ella hizo parte del 58% de los hogares, que tiene como cabeza de hogar a una mujer , y que vieron deteriorado su bienestar emocional y mental, según en Departamento Nacional de Planeación. Dicha situación se relacionó con que la pandemia exacerbó la carga en la generación de ingresos para las mujeres, una mayor ocupación en actividades domésticas, de cuidado de otros miembros del hogar y una menor inversión de su tiempo en actividades de ocio.

De acuerdo con Lidia, a una compañera artesana a quien se le enfermó el hijo y tuvo que estar hospitalizado, los ahorros no le alcanzaron y tuvo que vender sus herramientas de trabajo para comprar medicamentos y exámenes no disponibles en el sistema de salud colombiano.

La situación vivida por ella no se limita a Colombia, de acuerdo con el reporte global‘’Al borde del abismo’’ de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (IFRC), que analizó los efectos de la pandemia en más de 38 países, a nivel global fueron duramente golpeadas las fuentes de ingreso, los empleos y el acceso a bienes y servicios básicos de los hogares -en especial de las mujeres- debido a su mayor probabilidad de que estén empleadas en sectores perjudicados y con alta informalidad, como las industrias domésticas y turísticas.

El reporte también evidenció que las mujeres alrededor del mundo se vieron expuestas a una sobrecarga personal por cumplir con un doble rol de proveedoras y cuidadoras, puesto que brindaban un cuidado especial en sus hogares, incluida la atención a las personas con COVID-19, la niñez en el hogar y otras personas con necesidad, hecho que adicionalmente las expuso a un mayor riesgo de infección. Los confinamientos y el aislamiento social resultantes también redujeron su acceso a servicios de protección básicos como atención a violencias basadas en género.

En la ciudad de Pasto, Lidia y personas de la comunidad se reunieron con el personal de la Cruz Roja Colombiana y la IFRC en el barrio Nuevo Horizonte, para conversar sobre la dura situación vivida a lo largo de la pandemia.

Incluyéndola a ella, son 123 mujeres cabeza de familia las que integran una organización que también beneficia a 500 niños y niñas con discapacidades, y que hicieron parte del programa de apoyo de transferencias monetarias a través del llamamiento nacional de respuesta a los efectos de la COVID-19 de la Cruz Roja Colombiana.

Un total de 76 mil dólares fueron entregados a 527 familias ubicadas en el departamento de Nariño, quienes recibieron dos transferencias de 78 USD, que corresponden a medio salario mínimo en el país. Esta asistencia humanitaria en efectivo les permitió cubrir sus necesidades básicas urgentes como alimentación, alojamiento, pago de servicios públicos, entre otros.

‘’Con cada consignación estiramos el dinero para que a los niños y niñas no les faltaran alimentos, medicamentos, un lugar donde vivir, transporte para las citas médicas y los elementos de la terapia física y ocupacional” reiteró Lidia, concluyendo que ‘’en la pandemia fuimos olvidadas excepto por la Cruz Roja’’.

Cuando los medios de vida faltan, se deteriora la salud mental

Si bien las mujeres en las ciudades se vieron afectadas, también aquellas que viven de la agricultura en zonas rurales de la misma región andina, ya que vieron restringidas las oportunidades para comercializar sus productos.

Rosa Pejendino, coordinadora de una organización de mujeres agricultoras denominada Abriendo Caminos, comentó que ‘’Fue angustiante para la población ver sus productos pudriéndose y sin venderse en el mercado, mientras las familias pasábamos necesidades en los hogares’’.

Las mujeres de Abriendo Caminos recibieron apoyo psicosocial cuando el panorama no era alentador. La Cruz Roja Colombiana, con un importante liderazgo de su equipo de voluntarias y voluntarios, implementaron talleres psicosociales para fortalecer a la organización.

Gracias a esta iniciativa, estas mujeres campesinas ahora cuentan con herramientas de discurso y venta más robustas para presentar su trabajo.

Nuestros esposos nos decían que no perdiéramos el tiempo con todo esto. El machismo de nuestra sociedad sentencia que lo que hacemos las mujeres no es trabajo y por lo tanto no es remunerado

Las historias de Libia y Luisa son un ejemplo de cómo los efectos psicosociales derivados de la pandemia han generado consecuencias negativas para la salud mental de las mujeres. El duro impacto económico limitó su acceso a medios de vida e incrementó la violencia basada en género, deteriorando su bienestar emocional y, por ende, su salud mental asociada a altos nivel de ansiedad o depresión.

Sin un soporte y apoyo oportuno estas situaciones pueden desencadenar problemas mentales mayores que limiten su calidad de vida o años productivos a largo plazo, desencadenando trastornos de estrés postraumático o el incremento del riesgo de suicidios.

Mediante el llamamiento de COVID-19, que busca beneficiar a las personas más afectadas por la pandemia, la Cruz Roja Colombiana continuará brindando apoyo a las poblaciones, promoviendo el acceso equitativo a la vacuna, la recuperación económica y el acceso a bienes y servicios básicos que propendan por la dignidad y desarrollo de la población, sin que nadie se quede por fuera.